martes, 21 de febrero de 2012

La persistencia de la memoria

"La persistencia de la memoria", óleo sobre lienzo, Salvador Dalí, 1931.

No pasa y sí. No se desliza pero es sutil. Sin acabarnos, nos consume. Se escurre entre nosotros y nos arrastra. Se lleva a todo y a todos y en cierto modo los deja. Nos deja. Y nos lleva, sin que lleguemos a algún lado. No es destino, pero tampoco es el viaje. Es el viajero, el camino, y el fin del camino. Sin perdonar, condena; sin recordar, olvida. Nos suelta, pero no caemos. Nos aprieta, pero no asfixia. No se va, no llega, no espera. Ocurre, y no. Se instala en la margen del caudal del querer, del desear y del imaginar. Ahoga, pero no empapa. Se puede volver con él, sobre él, para él, pero nunca vuelve a ser. Es el crimen, el juez, el jurado, la sentencia y el agravio. Es el tiempo que se escurre en la memoria. Que persiste sobre ella, que persiste sobre él.


Ya hace tiempo que no puedo evitar ver todo a través de tus ojos. El mundo se me antoja todo lo que está después de tu mirada. Miro el cuadro por esa ventana. Veo el futuro que, quizás, nos espera una mañana.
Cuando ya dominen las canas. Cuando hayamos escrito tantas memorias como para llenar todas las paredes de fotografías bien enfocadas.
Cuando sean incontables las mañanas juntos despertando abrazados en nuestra cama. Cuando tus arrugas se reflejen sonrientes en mi cara.
Este será el sueño que se teja en mi almohada.
Los relojes y la memoria, imágenes profanas, asediados por el paso del tiempo empiezan a perder la batalla. Pero siempre tendremos ese amanecer en esa bahía lejana, para caminar de la mano sobre la arena blanda.

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